Ahora son sólo tres
 
       Eran cuatro, cual mas tenebroso de los cuatro, e irrumpieron en mi cuarto como una profecía infernal.  Inmensos, cornudos, oscuros y oliendo a noche me traían un regalo maligno en un saco maloliente.  Tenía miedo pero lo traté de disimular lo más posible.   Quería pedir ayuda pero no lo hice porque no quería despertar a nadie.  Los cuatro rodearon mi cama y con un ademán impío le abrieron paso al más pequeño de ellos.  Sin pestañear me agarró el rostro y cuernos primero, empezó a introducirse por la cuenca de mi ojo derecho.  El dolor fue inmenso y cuando pensé que iba a desmayar, el dolor terminó.  El primero se instaló en mi pecho en silencio y se robó la Confianza.  Aun aturdido y sin aliento vi como el segundo, más grande que el primero, me tomó del rostro y sin pestañear, pies primero, se introdujo por mi ojo izquierdo.  El dolor fue aun más grande que el anterior y cuando pensé que no podría aguantar más, terminó.  El segundo se instaló en mi alma cantando en voz baja y se robó la Libertad.  Débil, desproveído de Confianza y Libertad me enfrenté al tercero que de inmediato comenzó a entrar por mi ojo izquierdo al igual que el anterior.  La lucha fue inútil pues el tercero se robó el Amor y finalmente se instaló en mi cabeza aullando en celebración.  El cuarto restante tomó el saco maloliente, se acercó a mi rostro maltrecho y me dijo con su aliento pestilente: "Lo que parecía el final no es nada mas que el principio".  Acto seguido sacó el regalo que traían para mi en el saco asqueroso y lo puso en mis manos.  Era un puñal mohoso con la punta envenenada.  El último ente me indicó que el puñal era para aniquilar la última inquilina:  la Esperanza.  Para ellos era ella la más peligrosa así que en lugar de robarla querían asesinarla.  Pero esto sólo podía ser llevado a cabo por mi propia mano.  Cansado, derrotado y vacío, levanté el puñal y lo dirigí hacia la aterrada Esperanza dentro de mi al tiempo que cuatro ángeles inmensos y hermosos irrumpieron en mi cuarto como una profecía celestial.  Cuando comencé a ejecutar el movimiento mortal del puñal con mis manos, uno de los ángeles se interpuso entre el puñal y la Esperanza y la salvó de la muerte eterna.  El ángel herido de muerte, con su último suspiro de vida, se sonrió, besó mi mejilla y dulcemente me dijo lo siguiente: "Sólo Jesús es el alfa y el omega, sólo El es el principio y el final".  Aquella muestra de amor fue tan grande que los tres entes malignos dentro de mí huyeron despavoridos, blasfemando, no sin antes haber secuestrado la Confianza, la Libertad y el Amor, y junto al cuarto prometieron regresar otra noche para secuestrar la Esperanza y vengarse de mis ángeles guardianes de los cuales ahora sólo quedan tres.